Murga de "El Regaera"
EL “REGAERA”
JASA
Ignacio, el “Regaera”,
dejó huella en los carnavales de antaño debido al gracejo que tenía pos sus
raíces gaditanas. Sus ocurrentes letras escritas para las murgas, donde también
estaban encuadrados sus dos hijos varones y las apariciones sin complejos en
plena calle en los días de Carnaval, quedaron impresas en la memoria colectiva
de los ubetenses que aún, después de haber trascurrido más ochenta años, muchos
mayores las refieren y hasta evocan tarareando sus picantes letrillas. Él era
el director y se ensayaba en su casa. Cuando salía a la calle con su
agrupación, siempre llevaba -como distintivo de liderazgo- un sombrero de copa
que se lo regaló el cochero de Juan Montilla.
Ignacio
Pullana* Sabater nació en 1885 la isla de San Fernando (Cádiz) y entre su
ciudad natal y el Puerto de Santa María transcurrió su infancia y juventud. Se
desconocen cuáles fueron los motivos que hicieron arribar en 1914 a un gaditano
hasta este puerto del interior.
Contrajo
matrimonio con una ubetense que era 10 años menor que él llamada Petra Delgado
Villar y de este matrimonio nacieron cuatro hijos: José Manuel (1918), Juan
Miguel (1923), Antonia (1927) y Mercedes (1933). El mayor de éstos, José, llegó
a casarse aquí con la viuda del hojalatero Braulio Arroyo que tenía su taller
en la calle Rúa. A esta familia se le conoce residiendo en una casa de vecinos
que existió en la calle Corazón de Jesús (antes calle de la Marquesa) y hoy
convertida en la plaza Juan de Valencia.
Ignacio
tenía por profesión la de panadero aunque fue inconstante en sus trabajos dado
que probó fortuna con muchos oficios recurriendo siempre a la de confitero y
también a la venta ambulante de diversos productos de época, como los madroños,
las castañas, las algarrobas, el paloduz, sin olvidar sus dulces artesanales y
sus populares buñuelos de viento a los que él bautizó con el nombre de “Pelotas
de fraile” que ofrecía al personal a la salida de los cines o bajo los
soportales de la “Plaza Vieja”.
A
poco de finalizar la guerra civil, su hijo mayor se trasladó a Córdoba para
buscar fortuna, residiendo en la calle de Enmedio nº 14, y años más tarde
arrastró a toda la familia. En la Ciudad de los Califas se recuerda a Ignacio
buscándose la vida y arrimando un duro a la casa de muchas maneras. Llegó a
convertirse en guardacoches, pero la imagen que de él se mantiene en la memoria
colectiva y gráfica de esta capital, es verlo por la zona monumental junto a
una pianola u organillo acompañando a una señora que lo hacía tocar, mientras
que Ignacio interpretaba alguna que otra coplilla. La estampa que ambos
proporcionaban era tan pintoresca que -incluso- fue fijada en una tarjeta
postal que ha circulado por todos lugares hasta hace poco tiempo.
El
historiador cordobés Manuel Estévez me amplió de él la siguiente información: “Él tocaba el pianillo de la
"Coja", era un hombre al que la misma mujer apodaba como
"Regaera". No era de mucha presencia y siempre llevaba puesta una
gorrilla. Su forma de tocar el pianillo era muy característica, pues mientras
giraba la manivela, con la otra mano y con un palo, lo rastreaba por los radios
de la rueda del carro haciendo un compás de acompañamiento. En fin, te completo
esta información que ha sido contrastada por varias personas "que
oyeron" cómo la propia coja, le decía: ¡Venga Regaera, arranca ya de una
vez!".
Ignacio
murió en Córdoba cuando ya se había convertido en octogenario y está enterrado
en el cementerio de San Rafael junto a su esposa que falleció el 6 de marzo de
1967.
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